El libro de la mente
Es imprescindible intensificar la percepción que
confluye en un mundo comandado en distintos momentos por pensamientos
contrarios endebles; algunas veces y potentes otras tantas, difundiendo el momento
en una idea que trasciende en un sin fin de imágenes aquilatadas por la
experiencia de nuestros sentidos, no es así cuando el mundo dispone de una métrica
cadente y pausada, son en esos momentos que parecen infértiles un cumulo de trascendencia.
Es lógico ya que el escaneo gradual y perfecto del espacio es el carburante de
una idea fija, un concepto sublime, un párrafo que describe toda la humanidad.
Soñamos con ser alguien sin entender que siempre lo
hemos sido, la mente nos juega otra de sus partidas, la dependencia llego de
nuevo, ¿ahora que nos vamos a meter?, ideas, drogas, consejos… Maldita
dependencia, ¿realmente es maldita esta codependencia? Es una elección personal
basada en el aburrimiento y la soledad social. El componente central de una
escena es la luz, no así la presencia física o monumental del espacio, tampoco
el dialogo o el momento silencioso, difiero de la importancia que tiene el ego
en estos conflictos, el ego es el ego, un enano que vive en nuestras mentes el
cual nos hace sentir mejor o peor según sea su objetivo en ese momento. Es la
música con ritmo que impacta con adrenalina nuestra vida. Es un invento que
creo Dios para que permanezcamos centrados domando o no a la bestia. ¿Quién
puede más?, ¿Qué deseo real tengo de detenerla y callarla? El ego funciona como
motor, el problema es que pocos saben maniobrarlo, piensan en la sumisión del
ser para la perfección, piensan en exponenciarla para crear caos y arte. No es
solo si, no lo es, solo lo es para nosotros, al final el ego es la fantasía
personal que viaja dentro de cada persona y permanece dispuesta y atenta para
ser culpable en todo momento. Es como si el alma se escondiera detrás del ego
para cometer sus fechorías. Esa es la parte divertida entre la conjunción de la
carne, el ego y nuestra alma.
Entonces
nadie sabe manejarla y los que saben hacerlo solo es por momentos pasajes
meditativos apagan el ego, o tal vez el ego es el ruido constante que nos
invade cuando las practicamos. Lo más humilde es reconocer el poco control que
tenemos del ego y lo lejano que estamos para poder controlarlo, tan solo el
poner atención para lograr observar de manera silenciosa lo que está pensando
implica engaños y momentos pasmados que hacen dudar de su veracidad.
Lo
mejor es hacer las paces entre el ego, la carne y el alma, mejor utilizar la
herramienta astral que nos permite ceder el control aun y cuando el ego no lo
desea, eso sí aprendí a hacerlo con practica y conocimiento. Hacer una
solicitud especifica en el camino a realizar entreteniéndolo al mirar la
historia de la vida pasar.
Nuestra
vida es una experiencia única en la carne, pero no en el alma, me pregunto si
el ego es la personalidad de nuestra alma, o el ego desaparece junto con la
carne en el momento de la muerte. Tengo el presentimiento de la primera, ya que
en mi sentir se conocen y han caminado en varias galaxias, esa dupla es única y
la amo.