El impaciente amanecer conserva
en sí mismo toda la magia desde el comienzo de los siglos. Una inauguración
diaria a la existencia, meridianos que entrelazan la repetición de la vida. En
el pasado alguien produjo este comercial con millones de secuelas, alguien creo
la hipótesis y el remedio para formar la conciencia divina que encierra la
admiración dentro de la humanidad.
Alguien pensó: “No importa la
fecha de tu nacimiento, ni tampoco importará cuando despiertes, siempre habrá un
nuevo amanecer solo para ti”. Tú amanecer, siempre tuyo, tus amaneceres siempre
míos. Se desenvuelve lo complicado de la vida.
Es una escurridiza sensación contraria a la inoportuna clandestinidad de lo
absurdo y aburrido.
Los hombres pensamos a veces que
todo es monótono y aburrido, confirmarlo así suena estúpidamente real, lo
absurdo consiste en la falta de fundamentos para aseverar esto. Una vez más
queda entre líneas la infame broma terrenal al sentir que todo nos pertenece,
hasta el tiempo mismo y sus variantes.
Imposible es mentir a la mente
despierta, virgen y silenciosa. Pasos fuertes, suenan y tiemblan en un ritmo
solemne. Todo cae, hasta las ideas, verdad?
Hay que negar la existencia de todo aquello que no logremos ver, hay que
demeritar los hallazgos sutiles, en fin, todo es un mito… Todo procede aquí en
la tierra, creo que ya olvide la sensación que tenía al flotar sobre el cielo.
La gravedad escurridiza no deja huella sobre nosotros.
Ningún momento es igual, sin
importar el estructurado control que impregnemos a nuestras vidas al abrir la
ventana una mañana cualquiera.
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